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#ESNOTICIA
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Con frecuencia escuchamos (o padecemos), situaciones en las que las personas creen de forma absoluta y sin realizar alguna forma de verificación, análisis o evaluación, información que a todas luces presenta inconsistencias o debilidad argumentativa, pese a lo cual se acepta como verdadera.
00:20 viernes 6 octubre, 2017
Colaboradores“El público creerá cualquier cosa, siempre y cuando no esté fundamentada en la verdad”. Edith Sitwell, poetisa.
Con frecuencia escuchamos (o padecemos), situaciones en las que las personas creen de forma absoluta y sin realizar alguna forma de verificación, análisis o evaluación, información que a todas luces presenta inconsistencias o debilidad argumentativa, pese a lo cual se acepta como verdadera. En lo financiero, en México hemos escuchado lamentablemente casos en los que las personas creyeron ciegamente propuestas de empresas, que por exageradamente favorables eran evidentemente falsas. Empresas que ofrecían rendimientos “seguro” que eran tres o cuatro veces superiores a los promedios del mercado; empresas internacionales que ofrecían vehículos de inversión fuera de México con rendimientos que ningún otro vehículo de inversión ofrecía; cajas de ahorro sin antecedentes y experiencia ofertando rendimientos muy superiores a los de empresas financieras con trayectoria y reconocimiento. En esencia, se trata de los mismos procesos cognitivos que llevan a que las personas crean y divulguen información que es a todas luces errónea y falta de cualquier consistencia lógica. En el artículo The Dark Side of the Brain, de Sebastian Dieguez, publicado en la revista Mind, se hace un detallado recuento de diversos estudios en los que se muestra que existe una propensión a que nuestro cerebro acepte información incorrecta y a que se niegue a reconocer información consistente cuando contraviene lo que ya creemos. En la Teoría Argumentativa del Razonamiento, los investigadores franceses Hugo Mercier y Dan Sperber plantean que la capacidad de razonamiento está limitada por la necesidad que tenemos de sentir que estamos en lo correcto y convencer a otros; así como de simplificar las explicaciones acerca de lo que ocurre en nuestro entorno. En estudios de la Universidad del Sur de California, se mostró que existe una red cerebral especifica que se activa cuando recibimos información que percibimos contraria a nuestras creencias, para descartarla, sin importar si ésta es consistente o lógica. En estudios de Micah Edelson, se concluyó que la capacidad para cambiar de opinión frente a nueva información está relacionada con una pequeña parte el cerebro llamada el córtex prefrontal anterior lateral. Sin embargo, la actividad de esa zona frecuentemente se ve inhibida por la combinación de acciones entre la amígdala y el hipocampo, en donde se encuentran los centros de emoción y memoria. Ello implica que nuestras memorias (frecuentemente incompletas y parciales) y creencias emocionales, se encargan de inhibir la capacidad para analizar y descartar información falsa, si esta contraviene lo que ya creemos. Hoy, lo anterior se expresa con mucha claridad en la información que se comparte en redes sociales. En un estudio realizado en la Universidad de Pensilvania, se sometió a los participantes estudios de imagen por resonancia magnética funcional, mientras se les pedía leer noticias de los periódicos y calificar que tan probable era que las compartieran. Los resultados de la investigación mostraron que la probabilidad de compartir la información estaba determinada por el comportamiento de zonas del cerebro asociadas con motivación y placer, así como de representación de reconocimiento social. Las personas comparten información, aun careciendo de lógica y consistencia, que suponen les permitirá reafirmar su posición ante los grupos con los que se vinculan a través de las redes sociales. Sorprendentemente, vivimos en una época donde la información es casi inmediata y con amplias vías de corroboración. Pero para la mayoría las personas, la información que reciben, si se ajusta a sus creencias, si les presenta escenarios fabulosos que simplifican su necesidad de comprensión, pero, sobre todo, si les ayuda a eliminar la percepción de incertidumbre del entorno, será adoptada de forma acrítica y difundida. Uno de los pocos remedios para ello está, como en muchos otros temas, en una adecuada educación desde la niñez. Reforzar los mecanismos educativos que hacen a las personas capaces de analizar, contrasta y criticar la información que reciben, es el mejor medio para evitar que, tanto en términos financieros, como en cualquier otro tema, asumamos como veraz información que claramente no lo es, dañando y perjudicando al resto la sociedad (o a nuestro propio bienestar financiero). El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares