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La indiferencia por parte de autoridades cobra caro en el acontecer socio político
00:10 viernes 29 agosto, 2025
ColaboradoresLa indiferencia por parte de autoridades cobra caro en el acontecer socio político y suele permear en diversos estratos mediante responsabilidades evadidas: desde el rubro de la educación hasta el Congreso de la Unión. La educación en San Luis Potosí no pasó una buena semana y diversas voces se escucharon para evidenciar el deterioro desde diferentes ángulos. Tan solo en el arranque del ocaso de agosto, estudiantes de la Facultad de Estomatología de la UASLP se manifestaron a las afueras de la institución. ¿Su exigencia? Mejor infraestructura y herramientas para la atención de pacientes, mantenimiento a las clínicas donde prestan un servicio de salud y hasta una invitación al rector Alejandro Zermeño a que se realice una profilaxis. La comunidad universitaria justifica sus protestas bajo el argumento de que año con año hay un aumento en el precio de los tratamientos dentales que va del 5 al 10 por ciento. Ante ello, los estudiantes disparan cuestionamientos. El más obvio -y válido- es: adónde se dirige todo ese recurso. Con una sala saturada de pacientes -de 100 a 150 divididos en dos turnos y a los que se les otorga una ficha por aproximadamente 25 pesos-, lo que detona el cuestionamiento de los alumnos es que no exista una intención por contar con instalaciones en buen estado. No solo por los pacientes, sino por estudiantes que pagan también una cuota anual y que desean formarse de manera digna en una infraestructura y con equipo que, mínimo, funcionen. Imagine usted, en unas diez clínicas, los estudiantes tienen que vérselas con fallas eléctricas en unidades, percances que ocasionan problemas con compresores de aire, eyectores, piezas de mano, radiografías, motores para cirugías. Vamos, el funcionamiento se ve afectado y la calidad del servicio -aun teniendo a los mejores dentistas- deja mucho que desear, poniendo en riesgo también al paciente. Y conviene subrayar: el costo tan accesible –un gran beneficio para el bolsillo de los potosinos- que tienen los servicios de la universidad en cuestión de salud no es motivo para que estudiantes tengan que salir a mostrar su inconformidad y desacuerdo a una institución que exige el mejor resultado, pero no provee las herramientas para lograrlo. En otros temas educativos -porque las malas noticias no se limitaron a la educación superior- los “horrores” ortográficos, gramaticales y de edición se hicieron presentes en los libros de texto del Colegio de Bachilleres. Madres y padres de familia denunciaron esta situación a las autoridades del plantel, incrédulos de lo que leían y veían en las páginas del material escolar. “Energiá” o “doentes”, imágenes ocultando textos, entre otros, fueron los problemas que costaron –en su paquete más económico- mil 200 pesos. ¿Algo más alarmante? No saben aún si sus demandas serán atendidas, incluso cuando el Cobach les proporciona un correo para quejas y sugerencias. Esta situación pone en duda la calidad educativa que se imparte en las aulas de una institución con un histórico prestigio en San Luis Potosí. Este fenómeno lo vimos en otros niveles de educación hace algunos meses con los nuevos libros de texto gratuitos. Cuesten o no cuesten, la indiferencia sigue cobrando factura en el mensaje –doblemente dañino- hacia los estudiantes. ¿Cómo? Los alumnos cada vez le quitan más valor –de por sí ya maltratada con la era digital- a la expresión escrita bien hecha, bien entendida, con sus tildes, sus puntos y sus comas. ¿Y en el Senado? Ahí donde el dinero nunca falta. Dos McLaren, dos Volvo, una casita de 12 millones... apenas una pequeña parte del puñado que nos cuesta nuestra propia indiferencia al momento de involucrarnos más en el acontecer social y político, reflejado –con telón abierto- en el espectáculo de dos “showmen” quienes -elegidos por nosotros-, entre empujones y alegatos, quedan reducidos a políticos de a peso y que ni juntos hacen dos.
La indiferencia, en este sentido, no solo erosiona servicios e instituciones; también rebaja a quienes deberían representarnos. Y lo peor: nos acostumbra a ello.