Qué casualidad tan irónica y de verdad para la historia:  Hace exactamente un mes en el salón “Helios Barragán Farfán” de la sede priista potosina, integrantes de su dirigencia (sin su jefa Sara Rocha), encabezaron una rueda de prensa para tratar temas locales y nacionales, entre ellos el del Presupuesto de Egresos de la Federación. Mismo que dio pie a que en su mensaje el Secretario de Gestión Social, Luis Mejía López, anunciara una “consulta” para escuchar a la ciudadanía en general. Este emotivo discurso estuvo maravillosamente adornado, matizado y glorificado por aquella máxima política que muchos abusan de su uso y palabras para, de pasada, abusar y burlarse de quien se la cree:  “Que no quede duda, el PRI es un partido de puertas abiertas…”. (Palabras que, lo más seguro, tuvo que palomear su máxima jefa presidenta del tricolor). Las lágrimas que la emoción provocaron en las y los seguidores de Sara Rocha ahí presentes, y que también le acompañan en la dirigencia local, surcaron los maquillajes y risueñas mejillas de sus hermosos rostros, al mismo tiempo que asentían con la cabeza confirmando la honestidad, honorabilidad y valía de esas místicas palabras prorrumpidas: “Que no quede duda, el PRI es un partido de puertas abiertas…”. Ayer, pasado el mediodía, con aquella sentencia, quien la dijo y los que le apostaron al asentirla se quedaron, irónica y literalmente, en la puerta… cerrada. Por primera vez, o que se tenga memoria y registro reciente, la Asamblea del Consejo Político Estatal, celebrada en el mismo recinto donde se rogó no poner en duda la apertura del tricolor potosino, se llevó a cabo a puerta cerrada. Tal cual. ¿Que sus reglas lo permiten?, sí, no lo dudamos. Por riesgo o amenaza. ¿Que la gravidez del tema lo ameritaba?, ni tanto. Apenas se iba a decidir cómo elegir a la dirigencia. ¿Esperaban non gratos?, qué raro. Semanas antes la dirigencia ya había maquilado lo necesario para poner faltas y dar de baja a algunas y algunos consejeros incómodos que no acudieron a las asambleas celebradas en domingo a las seis de la mañana, “Viernes Santo” a las tres de la tarde o “Noche Buena” a las ocho de la noche y por lo tanto evitar notificarles. Y como no hay crimen perfecto, la regidora capitalina, consejera y priista non Margarita Hernández Fiscal se presentó en la asamblea, tomó la palabra y cuestionó “la puerta cerrada”. Misma puerta que contenía los toquidos y gritos de una ciudadana o consejera, Rosario Dávila, a la que le fue impedido el acceso. Atendida en la multicitada puerta por el mismo que, irónicamente, un mes antes había clamado entre su emocionado y tricolor espíritu -hoy en duda por su incongruencia-, aquellas maravillosas palabras: “Que no quede duda, el PRI es un partido de puertas abiertas…” ¿Abiertas para las consejeras o cerradas para las ciudadanas?, por si alegan que Rosario no es consejera. Palabras que se quedaron en la misma puerta, literalmente. Dando paso a la orden de la Presidenta Sara Rocha -igual que la que necesitó para el virtuoso mensaje de hace 30 días-, de cerrar las puertas del Partido Revolucionario Institucional en San Luis Potosí. Tal cual.