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La tranquilidad que debió reinar la madrugada del domingo fue poblada por decenas de motociclistas en la avenida Muñoz
00:02 viernes 30 mayo, 2025
ColaboradoresLa tranquilidad que debió reinar la madrugada del domingo fue poblada por decenas de motociclistas en la avenida Muñoz a la altura de Funerales Hernández. Entre improperios, amenazas y obscenidades, grupos de tres o cuatro párvulos se alentaban unos a otros a continuar la refriega. —Agarró pal río, we. —Vamos a partirles su madre. No se alcanzaba a distinguir quién contra quién, ni mucho menos quiénes eran los buenos y quiénes los malos. ¿Cómo poder distinguir algo así con los rugidos y escopetazos de motocicletas con los que jóvenes de entre quince y veintitantos años preocupan a la población? El estacionamiento de la empresa funeraria fue un caos ese día, una sola patrulla intentaba mediar la gresca, sin aparente éxito, pues además de los caballos motorizados, adolescentes corrían de aquí para allá, gritando y celebrando un hecho que, lamentablemente, derivó en la muerte de uno de ellos. Y mire, aquí hay de muchas sopas. La cuestión evidente es qué hacen jóvenes que no superan la mayoría de edad en un antro a las 12 o 1 de la madrugada. Hay ocasiones incluso que, a un par de horas de que amanezca, deambulan chicos y chicas por los alrededores del antro donde se originó el pleito. Uno que otro, con evidente influjo de alcohol o sustancias, se aventura a caminar por el puente de Muñoz, sin medir las consecuencias que eso puede traer para él o ella, pero también para los conductores. Imagine usted, sin tráfico hay quienes circulan hasta a 80 por hora, sin saber lo que hay al otro lado del puente. Qué está pasando con los papás que no se dan a la tarea de poner límites a sus hijos y muchos de estos salen a sitios a divertirse -algo que está bien y no se va en contra de ello-, pero se exponen a que sean partícipes de una afrenta de la que posiblemente intentarán salir corriendo desesperadamente a buscar un taxi o, ya estando, alentar el pleito. Qué está pasando con los dueños de estos sitios. Increíble que personas ingresen al lugar con armas blancas, de fuego y objetos con los que podrían auxiliarse para provocar daño a otros. Vamos, ya el hecho de permitir el ingreso a menores de edad preocupa, enoja y debería provocar el rechazo de la ciudadanía a asistir a estos lugares, porque algo también está claro: no solo había menores de edad, muchos adultos acuden a estos antros y no se necesita ser un genio para saber que es muy probable que existen irregularidades en su operación. ¿Y las autoridades? ¿Qué hace falta para supervisar estos lugares? Aproximadamente hace un año ya hubo una situación en la que, por falta de medidas de seguridad, muchos jóvenes se vieron involucrados en una tragedia que dejó dos muertos en el antro Rich. Sí, conextos distintos, pero que, al procesar y analizar las acciones, la discusión desemboca en las mismas cuestiones: ¿Y la seguridad? ¿Y las autoridades para regular estos sitios? ¿Por qué no hay límites que salvaguarden la diversión de los jóvenes? Esto, tristemente, no es nuevo. En centro histórico, B. Anaya, Pedro Moreno, Padros, el Saucito, Soledad y muchos otros sitios de la zona metropolitana hay presencia de antros sin filtros de seguridad y edad, bailes clandestinos en los que evidentemente asiste quien sea y con lo que sea. Y lo más importante: qué le pasa a esos ciudadanos que, en una clara muestra de sus limitaciones con la empatía y la solución de conflictos, tumbaron el mundo de alguien que, a partir de esta semana, ve el lugar vació en la mesa de un hijo o un hermano que nunca más volverá a casa.