Vínculo copiado
El proceso en curso ha revelado no una transformación democrática, sino una degradación del sistema electoral. Con recursos insuficientes y una operación política descarada, lo que se perfila no es una elección, sino una puesta en escena. Y el árbitro llega maniatado
00:02 sábado 31 mayo, 2025
ColaboradoresEste domingo, México vivirá un parteaguas electoral... pero no precisamente uno digno de presumir. No se avecina una fiesta democrática, sino una cirugía sin anestesia al sistema electoral que durante décadas se construyó con pulso firme y algo de dignidad institucional.
Hoy, sus cimientos tiemblan ante una elección judicial que parece más bien un casting improvisado con guión escrito desde el régimen.
La maquinaria que alguna vez posicionó a México como referente internacional en organización comicial ahora exhibe sus costuras.
Para la elección judicial se redujo el número de casillas, las boletas viajarán como si fueran mensajería exprés y la contabilidad electoral será más endeble que los argumentos de campaña.
Lo que está en juego ya no es sólo quién gana, sino si el proceso logra sostenerse en pie sin desplomarse sobre sí mismo.
Pero que no sólo culpen al INE, que encabeza Guadalupe Taddei. El árbitro hace lo que puede con una ley parchada y una cancha que le minaron desde que Morena empujó una reforma al vapor, llena de ambigüedades y vacíos legales.
El resultado perfila una elección con aroma a improvisación, donde las reglas se escribieron con tinta invisible y los controles se desmantelaron en nombre de la austeridad y la transformación.
Todo preocupa. El proceso nació viciado. No por el perfil de las y los candidatos, sino porque el marco que lo sostiene se parece más a un castillo de arena en marea alta.
La desfachatez de los operadores -oficialistas y opositores por igual- sólo agrava una escena acompañada por acordeones repartidos sin recato, compra de votos embutida en programas sociales, y una estrategia que parece más un operativo militar que una jornada cívica.
Gobernadores de todos los colores han mostrado que, cuando se trata de controlar el Poder Judicial, las diferencias ideológicas se diluyen. Samuel García, Mauricio Kuri, Esteban Villegas, Manolo Jiménez… cada uno con su propio juego, pero con las mismas cartas marcadas.
Y como si el desaseo no bastara, el régimen ni siquiera cuidó al árbitro. El INE llega más vulnerable que nunca: sin recursos, sin margen y con una presión descomunal.
Es como enviar a un réferi a arbitrar una final de campeonato… sabiendo que el marcador ya está decidido y que los gritos vienen desde el palco de la 4T.
Nos dirán que es un proceso inédito. Y lo es. Pero no por su carácter innovador, sino porque redefine lo que puede considerarse un retroceso democrático.
Elegir a integrantes del Poder Judicial con una ley débil, presupuesto limitado y una ciudadanía desinformada es abrir la puerta para que la elección del domingo sea sólo el primer capítulo de una larga novela de regresión institucional.
Porque, después de esto, nada impedirá que las malas prácticas -recortes, candados eliminados y acordeones- se normalicen. Algo se rompió, y ya hay quienes en la 4T están listos para usar los pedazos como material de construcción de su nuevo orden.
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CRECEN LAS INCONFORMIDADES por la gestión de los coordinadores de Morena en el Senado y la Cámara de Diputados, Adán Augusto López y Ricardo Monreal.
En San Lázaro, por ejemplo, hay descontento del PAN, PRI y Verde, incluso hasta de morenistas, porque el trabajo de Comunicación Social, que “dirige” Rodolfo González, está enfocado a desmentir ataques y difundir la información de Monreal.
No ayudan a promover el trabajo de las otras fracciones ni el de las comisiones, algo que ya han reclamado y los tiran de a locos.
Y en el Senado las cosas andan igual. Toda la estructura está capturada por Adán Augusto y la senadora Andrea Chávez. Incluso, ven que muchos de los golpes contra del presidente de la Mesa, Gerardo Fernández Noroña, han sido fuego amigo.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Aquel que controla la boleta no necesita controlar al juez”.
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO
@ALFREDOLEZ