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Una de las figuras a la que más le han quitado valor en el estrato social y profesionista es a los docentes
00:02 sábado 15 febrero, 2025
ColaboradoresUna de las figuras a la que más le han quitado valor en el estrato social y profesionista es a los docentes.
La protesta de este miércoles a las afueras de la CEDH por parte de unos 80 jubilados no es más que una de las muchas dificultades que enfrentan los maestros, no solo en retiro, desde que egresan de las Escuelas Normales experimentan un vaivén de infortunios.
En San Luis Potosí, la persona que se recibe de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado inicia su camino -sin temor a equivocarme- con la ilusión invaluable de ser parte del desarrollo académico de la sociedad e influir así en una comunidad más cerca del progreso desde diferentes ámbitos.
Estos jóvenes recorren 4 años de formación, tiempo en el que la exigencia y la disciplina suele ser el eje de su vida universitaria. Así, a las siete de la mañana, con uniforme de gala, zapatos pulcros, honores a la bandera y una mochila a rebosar de material didáctico y planeaciones -que serán revisadas por su tutor ese día- dejan huella del esfuerzo, desvelo y dedicación que imprimen los normalistas a su formación.
De ahí, serán enviados a diversos planteles de educación básica, por una o dos semanas, para sus prácticas frente al aula, a veces -las menos- les tocará la suerte de estar cerca de casa; otras se irán al otro lado de la ciudad o incluso en municipios aledaños como Mexquitic, Ahualulco o Santa María.
Aun con todo esto, el normalista sigue y se gradúa con la misma ilusión de desquitar ese esfuerzo bárbaro dedicando sus mejores años productivos a la educación de los próximos médicos, ingenieros, enfermeras, abogadas y el sinfín de profesiones y oficios que cada individuo elige.
No obstante, comienzan las verdaderas dificultades. Resulta que el sistema educativo ni exigente -aunque lo dice ser- ni disciplinado y, aparte de todo, dista de retribuir al esfuerzo del docente ya en la vida laboral.
La primera opción que pasa por la cabeza del egresado: obtener una plaza en el sector público. Pero resulta que para ello debes competir para una cantidad insuficiente de plazas en relación con el número de aspirantes que se evalúan. Incluso de salir seleccionado, la lista de espera va entre 3 hasta 8 años para la asignación; por supuesto, con la posibilidad de que esta plaza sea lejos del lugar de origen del docente, en comunidades mermadas por la inseguridad o con dificultades de infraestructura escolar para ejercer su labor. Si a esto le sumamos las ‘palancas’ que ponen el panorama aún más injusto, se deduce que el camino no solo es largo y sinuoso, sino también pedregoso.
Con un sabor amargo, el docente, con el afán de seguir trazando su camino, busca la opción que resulta lógica: migrar al sector privado. En el mejor de los casos, ingresará a un plantel -generalmente del nivel medio superior o superior- que le ofrezca honorarios un poco superiores a los 100 pesos por hora. Sin embargo, el profesor deberá esperar uno o dos ciclos escolares para que le asignen las suficientes horas clase a impartir y con esto arañar el fin de quincena.
En básica el asunto pinta peor. Una maestra inicia su jornada a las 8 de la mañana, saldrá a las 2 o 3 de la tarde para que al mes su sueldo supere apenas los 5 mil pesos. No hablemos de prestaciones, de seguro social, de primas, aguinaldo. No. En el sector privado el docente entenderá que habrá que invertir el mismo esfuerzo -o incluso mayor- para no recibir ni las gracias. Aunado a ello, materiales didácticos van por cuenta de los profesores y en ocasiones se quedará a cubrir horas extra porque los alumnos tienen alguna actividad extraescolar. Aunado a esto, el trabajo continúa en casa revisando trabajos y preparando las clases del día siguiente.
En este sentido, tener una verdadera vocación o aguantar por necesidad son las banderas por las que algunos docentes pasan algunos años de su vida laboral en el sector privado, a veces compaginando las clases con un trabajo extra por las tardes o noches. Muchos otros no resisten ni el mes y buscan mejores opciones, incluso si estas son diametralmente opuestas para lo que ellos se formaron.
Ante ello, las situaciones actuales en los que maestros reclaman pagos atrasados o bonos se suman a las desatenciones a un sector que merece más cuidado y valor por parte de la sociedad y la comunidad política; porque todos los que alguna vez estuvimos en el aula sabemos cómo se disfruta el pase de lista de un grupo, pero también hemos vivido cómo pesa añadir un número más a la lista de irregularidades.