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No podemos permitir que se mancille la figura de los médicos
00:02 sábado 1 febrero, 2025
ColaboradoresSuena el despertador a las 4 de la mañana -el día da lo mismo, a estas alturas se agradece tener noción al menos del reloj- y “El Doc” se aferra a la almohada en un último intento por aquellos "5 minutos más" que se vuelven 15 y que más tarde lamentará cuando no alcance a preparar el bendito café que lo acompaña en el traslado al hospital. "En un Oxxo lo compro más tarde", se dice a sí mismo. Por fin se levanta y se alista para una nueva jornada de trabajo.
"El Doc" llega sin contratiempos al hospital general de la ciudad -lleno de sinsabores- donde se desempeña como médico residente. Al menos el tráfico hoy no fue una presión más. A las 8 de la mañana arranca el maratón de trabajo con la visita a los pacientes, afortunadamente llegó dos horas antes para leer los expedientes. Sí. Más vale. El jefe eventualmente podría preguntar acerca de ellos: que si toma alguna otra medicación; que si los estudios de la mañana están alterados o normales; que si… en fin, algún punto relevante de los 15 o 30 pacientes registrados ese día que apenas comienza -si la fortuna le sonríe, no serán más de 36 horas de trabajo-. Más vale que lo haga bien para evitar guardia extra o presentación en clase como castigo.
De ahí, corre a la Consulta porque hay que ver a unos 20 pacientes iniciando las 2 de la tarde, recibir el servicio correspondiente, realizar cambios de sus pacientes asignados en expedientes, curaciones y atender el servicio de Urgencias por si llega algo relacionado con su especialidad. A las 8 de la noche se repite este proceso y luego también a las 8 de la mañana. Por la tarde del día siguiente, comienza de nuevo.
En el transcurso de esta jornada el ánimo del “Doc” decae. Un paciente suyo falleció por falta de suturas en el quirófano. Tuvieron que amputar una pierna, incluso cuando no había especialista en cirugía vascular. Más tarde, nuevamente en quirófano, el médico jefe le gritó y lo humilló ante todos en medio de la impotencia por la falta de compresas para el sangrado del paciente.
Sale tragando saliva de rabia, avienta el estetoscopio y ni siquiera se da cuenta que apenas probó bocado. Si tiene la suerte de no tener que estudiar para un examen, al fin podrá ir a casa a dormir porque al día siguiente hay que llegar a las 6 de la mañana.
Sale del hospital y quizá pase al súper a comprar algo de comida para preparar la cena en donde lo espera su esposa, entablan una breve conversación, cenan y “El Doc” se refugia en la lectura. Un resquicio de paz. Médico a palos, la tragicomedia del brillante Molière es lo que lee. Divertido y trágico. Martina hace creer a hombres ricos que su esposo es una eminencia en medicina, pero sus dotes relucen al molerlo a palos.
El Doc cierra un momento el libro y reflexiona sobre la situación que ha venido sucediendo en el rubro de la salud, no solo en San Luis Potosí sino también a nivel nacional. En una metáfora bastante histriónica centra su atención en la expresión “a palos”, mientras rememora su jornada. Médicos residentes que se enfrentan en media cirugía a la falta de algún material o un equipo necesario. Médicos que diariamente no pueden administrar el antibiótico correcto. Suturas. Gasas. Jeringas. “El botiquín de algún prevenido empleado o estudiante seguro cuenta con más curitas”, piensa y ríe para sus adentros.
Y así, enfrenta el día siguiente. Hoy sí lleva café. En el noticiero matutino escucha sobre manifestaciones por parte de personal médico.
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Las demandas de este miércoles frente a las oficinas del Seguro Social reflejan el hartazgo de derechohabientes, médicos, enfermeras y personal en general de un sector que arrastra una problemática que se agrava día con día. Nada nuevo si se piensa en el declive de la Salud en los últimos años.
La crítica de autoridades está dicha de muchas y tantas formas. El llamado debe ser a la población e invitar a la reflexión y darnos cuenta que no podemos permitir que se mancille la figura de los médicos. Por el contrario, deberíamos exigir a autoridades para que fortalezcan y garanticen los servicios de salud que realmente merecemos. Con insumos, médicos preparados, derecho a jubilaciones, infraestructura hospitalaria de calidad y personal con buen ambiente de trabajo que no tenga que ingresar a quirófano sin haber pegado pestaña. Es nuestra salud la que ponemos en sus manos.
No podemos ni debemos permitir -como lo hace Martina en la tragicomedia- que médicos como “El Doc” queden simplificados a motes de “holgazán” o “buenos para nada”. No. Ojalá las manifestaciones realmente logren ese sentimiento de empatía en los ciudadanos para entender sus demandas y no acabemos debatiendo si fue por estrés o muerte natural el deceso de ese alguien, quien -por conciencia natural, determinamos- está preparado para preservar nuestras vidas y no arrebatarse la suya.