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Solo siendo críticos, profundamente críticos, interna y externamente, podremos sortear el inmundo maremoto de datos, los otros datos asfixiantes
00:10 miércoles 17 diciembre, 2025
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B. Traven o Bruno Traven fue un escritor mexicano. Afirmar esto para algunos podría parecer una mentira descarada, para otros una licencia artística, y para las demás personas un simple juego semántico. La realidad —si es que podemos llegar a este categórico— es más compleja. El hombre que se hizo llamar B. Traven, jugó con la lateralidad de las “verdades” o “mentiras” pues algunos dicen que nació en Alemania, hay otros documentos que lo arraigan como inglés y otra plétora de información que lo adscriben a Chicago. Para complicar el rastreo de su origen, usó un sinfín de nombres: Berhard, Ret Marut, Traven Torsvan, Otto Feige, entre otros.
Poco se sabe entonces del origen de B Traven [el más popular de sus nombres], hay datos, otros datos y menos datos, pero sí hay certeza de algo: su destino. Traven ocluyó su origen para ilustrar, sin cuna o terruño primigenio, su destino final que fue México en todo su esplendor.
Nadie controla su origen, pero sí su destino, y esa fue la lección entrelíneas de la biografía de Traven: escoger con fervor la nación más compleja para su guarida final, como inspiración de sus letras, y ser mexicano por convicción, aunque hayan “otros datos”.
Leer a Traven es un túnel de sorpresas para un México pasado, y me atrevo a afirmar, un espejo del presente, además un “déjá vu” para el futuro. Traven fue un sagaz crítico de las formas aquistadas del poder gubernamental y de las élites.
Entre una prosa mística y directa, nos desdibujó el México porfirista de antaño y las formas heredadas —aún para aquellos que se adjudican toda innovación transformadora— de gobernar en México: la mentira justificada, esquivada, o perfumada con “otros datos”.
Entre sus muchos textos repletos de descripciones, críticas, lecciones, advertencias, y hasta predicciones del ecosistema mexicano, hay uno llamado: “El gobierno”. En este texto, Traven nos alecciona: “[…] Las estadísticas arrojaban una imponente población escolar y así México marchaba a la vanguardia con los pueblos civilizados. En las escuelas no había bancos, ni pupitres, ni lápices, ni tinta, ni plumas, ni libros, ni papel; tampoco maestros titulados; pero esto no se mencionaba en las estadísticas y nadie exigía que se hiciera. Además, es así como marchan los asuntos en las esferas de la actividad humana; es más fácil mentir y engañar con estadísticas que hacerlo sin ellas. La cuestión es bien fácil; basta omitir en las estadísticas todas aquellas cosas que puedan disminuir su efectividad”.
Así, Traven mostraba una fórmula vetusta para la verdad gubernamental: se dice lo que se quiere decir con un racimo de estadísticas; aunque también se oculta en la paja de los datos la aguja de la verdad directa e incómoda. Encontrarla y escudriñarla es compleja. Pues en la paja de otros datos, más datos y encima de datos la verdad está perdida, oculta o desdibujada.
Así, ese mexicano por convicción nos aconseja a futuro —más en un futuro que los datos se fabrican y se divulgan con mayor rapidez que en el pretérito— que a toda información optimista gubernamental lanzada a los aires, nos debemos siempre cuestionar qué se ocultó, qué se escondió o qué detalle cambiaría todo.
Para sobrevivir en esta época de datos y otros datos, hay que replantear el “Cogito Ergo sum” de Descartes, y quizás pensar que el “pienso, luego existo” es en la posmodernidad al menos poner en tela de juicio toda información lustrosa y heroica de origen gubernamental, que es la representación descartiana real de su ficticio “genio maligno”.
Solo siendo críticos, profundamente críticos, interna y externamente, podremos sortear el inmundo maremoto de datos, los otros datos asfixiantes y encegadores. No encuentro mejor consejo ante esta paradoja, al menos que alguien más encuentre en “otros datos” alguno mejor.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
Ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación