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A propósito de la visita de Ángeles Mastretta a San Luis Potosí
00:02 sábado 8 marzo, 2025
ColaboradoresA propósito de la visita de Ángeles Mastretta a San Luis Potosí, en el marco de la reivindicación de los derechos de las mujeres en el 8M, recordé a un par de personajes entrañables del mundo literario. Carla Von Ulrich es una alemana que lucha, crece y sobrevive a la avalancha Nazi en el Invierno del mundo, obra del galés Ken Follet. En el contexto de la toma de Berlín, Carla protege a su hermana adoptiva de la barbarie perpetuada por los soldados del ejército rojo, quienes violaron a un número considerable de mujeres en ese hecho histórico. El resultado: un embarazo producto de ello y la decisión de Carla no solo de dar a luz a un varón, sino de encauzarlo en el respeto hacia las mujeres. En la magnífica poética del mismo autor, Aliena resalta, como pocos personajes en la literatura, como una mujer encadenada a un juramento medieval, en Los pilares de la tierra, a su propio padre y que tiene como propósito proteger y convertir en un caballero del rey Stephen a su único hermano menor, Richard. Así, Aliena, quien también sufre el infortunio de una violación a temprana edad, comienza a evolucionar como una mujer fuerte, económicamente autónoma y activa de una sociedad y una época bastante duras para ellas. No obstante, la literatura recoge entre sus mundos y páginas a un sinfín de mujeres que encarnan perfectamente la lucha, la reivindicación y el rompimiento de las barreras sociales a las que injustamente han sido relegadas. Antígona, por ejemplo, es símbolo de luchas e injusticias que representa a aquellas madres que buscan a sus hijos desaparecidos; Elizabeth Bennet -Lizzy- protagoniza, en Orgullo y prejuicio de Jane Austen, a una chica de indudable valentía en una época restrictiva para las mujeres. Otros ejemplos, sin duda, son Jane Eyre, quien, en la novela homónima de Charlotte Brontë, va descubriendo su autonomía a través de una imaginación activa, a pesar de su timidez; la rebelde Jo March, inolvidable en Mujercitas, reniega al límite las convenciones sociales, rechaza el matrimonio y hace hasta lo imposible por cumplir su sueño de ser escritora. A ellas se suman Úrsula Iguarán, ícono de vitalidad, entereza y fortaleza en Cien años de soledad; Clarissa Dalloway en La señora Dalloway, quien cuestiona su sexualidad en medio de una opresión marcada por el machismo, la homofobia y el clasismo en un Londres caótico; Lelinca, la desobediente pequeña que nutre los cuentos de Elena Garro con sus deseos de distinguirse del resto de las mujeres de una familia tradicional y carga con culpas que nunca fueron suyas. Infinidad de ejemplos de personajes y autoras, e incluso escritores que, no lo dudo, nos ofrecieron una mirada única a diversas épocas y una muestra de la incansable lucha de la mujer por ganarse un lugar en la sociedad que nunca debió ser arrebatado. Entre las autoras, acercarse a la narrativa de la misma Mastretta es vivir, a través de las palabras, la encarnada lucha del feminismo en México de los 70 u 80. En otras épocas y estilos literarios, las historias de Sor Juana, Rosario Castellanos, Liliana Bloom, Rosa Montero, Isabel Allende, Margaret Atwood, entre otras, cuentan la visión de las mujeres ante un mundo al que se le ha olvidado la equidad y el respeto. En la historia de la humanidad -por pasar a un plano más terrenal-, y desde el inicio de los tiempos, fueron mejores que nosotros. Siempre lo han sido. Ya en el paleolítico, la mujer no solo tenía a su cargo la administración del alimento y recursos en el hogar, sino que afrontaba, junto al hombre, el difícil arte de la caza y la edificación de chozas y casas -esto último entrando en el mesolítico-. Incluso en el tema espiritual ganó la partida al sexo opuesto: las pequeñas tribus de aquel entonces pensaban en una diosa madre que daba vida a todo lo que los rodeaba y le atribuyeron la figura de una mujer. Aun cuando el mundo se convirtió en un espacio injustamente más hostil para la mujer, hubo pequeños atisbos de que el lugar de ellas no debía trastocarse. Claro ejemplo, los etruscos, civilización donde, contrario a la mayoría de los que habitaban el planeta, las mujeres contribuían económicamente a la pirámide social, heredaban tierras o casas, ocupaban cargos y compartían la mesa y el vino con los hombres. Desgraciadamente, un mundo beligerante, como una bola de nieve que crece a pasos agigantados, va relegando su grandioso rol en la vida de todos. Con ellos, la lucha incansable comienza y, al igual que en las artes, mujeres icónicas abundan en la historia de la humanidad. Un 8 de marzo, pero de 1917 en la extinta Unión Soviética, miles de mujeres encabezan una marcha bajo el lema 'Pan y paz' y con esto la rebelión de los bolcheviques que da inicio a la Revolución Rusa. Sin saber con lo que el futuro próximo las podía sorprender, las rusas van al frente en una aventura, por un lado social y militar, y, por otro, en medio de las posibilidades de una sororidad interclasista, filial e intergeneracional. Ondeaban las primeras banderas del feminismo: derechos laborales justos y participación de las mujeres en partidos políticos. Movimiento que se replicaría por varias partes del mundo y que contribuyó, entre otras cosas, al derecho al voto de las mujeres en muchos países tras la Primera Guerra Mundial. Otro caso, en Estados Unidos, fue cuando en 1963 se aprobó la Ley de Igualdad Salarial y que prohibía la discriminación de este concepto por razón de género. Sin embargo, cientos de luchas siguen a tambor batiente ante la poca justicia que el tiempo y la sociedad les ha otorgado. En el 77, 14 mujeres se plantan frente a la Casa Rosada en Argentina para exigir la verdad sobre el paradero de sus hijos e hijas desaparecidos a consecuencia de la dictadura de Videla. En México las madres buscadoras han dado muestra de un sufrimiento similar y han tenido que viajar por todo el país buscando a sus hijos en fosas. Un país que ha preferido levantar vallas alrededor de recintos gubernamentales, en lugar dar resultados a sus exigencias. En este espacio no queda más que sumarnos, desde nuestra propia trinchera, al grito de lucha y desear que sus consignas sean atendidas, sus derechos respetados, que las 8arreras cada día sean Menores y que las vallas caigan pronto con el férreo golpe de la reivindicación de lo que nunca debió habérseles arrebatado. A mi esposa, hermanas, madre, abuelas, sobrinas, tías, primas, amigas, alumnas, compañeras. A TODAS.