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Aplomo de una labor que se enfrenta a lo desconocido
00:02 sábado 22 febrero, 2025
Colaboradores¿Qué quieres ser de grande? Nos preguntaban padres y familiares desde que éramos niños. Una pregunta que no incomodaba tanto en ese entonces. Médico, como mi abuelo; abogada, como mi mamá; militar, como mi papá; o bien, presidente, pues porque niños al final del día. Lo cierto es que entre todas las profesiones y oficios habidos y por haber, existe uno que seguro le pasó por la cabeza a la mayoría: ser bombero.
Un personaje de las sociedades equiparable a las figuras heroicas de Ulises o Hércules, pero al que ni los superhéroes de Marvel ni Dios podrían equipararse. El bombero es, a todas luces y sin el prefijo adjetival 'super', un héroe completo. El bombero es arrojado, valiente, gallardo, osado, salvador y todos los calificativos que resalten sus arrestos y bravura para enfrentarse a situaciones verdaderamente difíciles de sortear.
Aplomo de quien se enfrenta a lo desconocido, a un guion no establecido, el bombero ejecuta una labor que, a diferencia de muchas otras, es, seguramente, una de las que menos margen de rectificación tiene si algo sale mal, pero también -de una forma muy sui generis- representa un papel con garbo y bríos, en el que pase lo que pase, siempre se sale avante en cuanto al reconocimiento y admiración de la gente tras sofocar un incendio, rescatar a personas, a seres vivos de lugares muy altos, entre un sinfín de peripecias que caracterizan este noble oficio.
Muy a costa de todo el abanico de virtudes y la escuela de valores que representan, los bomberos enfrentan una realidad adversa en temas de salarios, seguridad social, equipo adecuado o, peor aún, falta de ello.
No es para nada nuevo enterarnos que el Honorable Cuerpo de Bomberos de San Luis Potosí tiene años pidiendo mejores condiciones con las que puedan ejecutar su labor, pero también mejorar su calidad de vida y, por ende, la de sus familias.
En este sentido, el incendio de esta semana suscitado en la tarimera ubicada en Valentín Amador, dado su nivel de alarma, puso en evidencia dos cosas:
La primera -una batalla que no deberían pelear- es que los bomberos necesitan ser escuchados urgentemente y continuamente para atender sus demandas, como muchos sectores, pero pareciera que este en específico ha sido un rubro donde ha imperado la marginalidad por años. Requieren uniformes en buen estado, cascos y material de protección eficaces; no deberían tener la necesidad de salir y decir a los medios que no reciben atención ni revisión médica periódica -pese a los riesgos de salud a los que se exponen-. Imagínese usted, en seis meses el salario del bombero aumentó 34 pesos, hoy en día no es ni lo de tres pasajes de transporte público.
La segunda -su verdadera causa- es que, bajo el rostro sereno de los bomberos, se encuentra la hombría, el dominio del miedo, el carácter y la personalidad, reflejo de la admirable labor que, me atrevería a afirmar, todos los potosinos reconocemos y a la que tratamos de sumar esfuerzos desde nuestras trincheras, ya sea ofreciendo un par de manos en los siniestros, donando y llevando agua potable para la hidratación, e incluso, dedicando unas palabras sabatinas para que nunca se apague el espíritu de todos aquellos niños y niñas que sueñan con decirle a todo el mundo "¡Yo quiero ser bombero!"