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La Presidenta carga con un montón de personajes impresentables que fueron entronados por López Obrador en su sexenio
00:10 sábado 8 noviembre, 2025
Colaboradores
Demasiados y se acumulan. La mayoría, herencia del pasado. Otros, endilgados por el presente. Pero todos en manos del gobierno de la presidenta Sheinbaum, que necesita una ruta para salir de las crisis que se apilan. Crisis que no provocó ella y su gobierno, pero que sí arrastran y podrían desactivar.
Apenas cruzó el umbral de su primer año de gobierno, y es momento de afianzarse, sacudirse el legado que le estorba y las camisas de fuerza que los duros dentro de su propio movimiento le pretenden imponer. Si no se hace de mayor margen de maniobra, corre el riesgo de quedar atrapada. Si no se zafa de los diques que le colocaron, quedará en medio del fuego cruzado.
La Presidenta carga con un montón de personajes impresentables que fueron entronados por López Obrador en su sexenio. Ni Adán Augusto López, secretario de Gobernación, embarrado por nexos con Hernán Bermúdez y el cártel de La Barredora, y señalado por enriquecimiento y corrupción; ni Alfonso Romo, jefe de Oficina, cuya casa de bolsa, Vector, ya ha sido sancionada por lavado de dinero por el departamento del Tesoro de EU; ni Rafael Ojeda, secretario de Marina, cuyos sobrinos serían figuras centrales en la trama por el millonario desfalco por huachicol fiscal; ni Alfonso Durazo, secretario de Seguridad, cuyo hijo del mismo nombre estaría siendo investigado por participar en la red de huachicol fiscal, y a quien le habrían retirado la visa; ni Audomaro Zapata, jefe de escoltas y titular del Centro Nacional de Inteligencia, señalado por corrupto; ni Andy López Beltrán y sus amigos del Clan, son creación de Sheinbaum. No tendría por qué cargar con el desprestigio y la estela de corrupción que traen consigo ellos y muchos más.
Tampoco el diagnóstico de Trump y su gobierno que escala hasta la posibilidad de una intervención por la “alianza intolerable entre gobierno y cárteles”, ni las sanciones del gobierno de EU a la industria aérea mexicana por el capricho que implicó —e implica— el AIFA. Sheinbaum recibe el desastre y los frentes heredados, lo mismo el malestar de empresarios de EU que advierten riesgos de ruptura en el T-MEC por excesos y abusos del SAT, cuyo titular es transexenal y viene del sexenio pasado, que de las protestas de campesinos o personal médico que siguen demandando insumos para trabajar.
El enojo que ha despertado el cobarde asesinato de Carlos Manzo, parece válvula de salida ante tantas crisis acumuladas. AMLO abrió las heridas, tocará a la presidenta Sheinbaum cerrarlas. El conflicto, la polarización, la andanada contra voces críticas, lo mismo de periodistas que de activistas o empresarios, lejos de calmar las aguas, las agitan más.
A López Obrador el legado ya no le importa. Él no está ya para dar la cara por el desastre heredado. Pero la Presidenta apenas comienza su gestión. Necesita margen, necesita cerrar frentes. Necesita cohesión interna, sí, pero, sobre todo, enviar mensajes de conciliación hacia afuera. Para que pueda gobernar y no solo gestionar las crisis que le transfirieron.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
COLABORADOR
@MLOPEZSANMARTIN